En qué consiste Ecopsicologizarse

El ser humano es un ecosistema en miniatura. Se compone de millones de células con un código genético determinado aunque influenciable por el ambiente, y de millones de microorganismos que conviven en equilibrio con dichas células dentro de un espacio común. Además en el ecosistema humano nos encontramos energía, que se transforma continuamente mediante procesos químicos, así mismo sensaciones, emociones, pensamientos y conductas que hacen de puente con otros ecosistemas (otros humanos, animales y plantas) en los que influyen y de quienes reciben influencia.

Todos los niveles del fenómeno humano: físico, químico, energético, emocional, psíquico, etcétera se influyen mutuamente y contribuyen al equilibrio homeostático del ecosistema humano. Como ya habrás adivinado partimos del supuesto de que no hay una división real entre los distintos niveles, por eso afirmo que el equilibrio es un asunto de todo el fenómeno humano, lo que implica por ejemplo que el estado de las células está relacionado con el estado de mente.

En la actualidad hay muchísimas teorías que giran en torno a esta idea central, a esta visión holística del ser humano. Un ejemplo es la medicina psicosomática,  también las terapias alternativas como la acupuntura que trabaja con la energía sutil y tiene un efecto en el cuerpo físico y en las emociones.

Aunque queda mucho que aprender al respecto, podemos apreciar un claro movimiento investigador con tendencia a superar la fragementación del ser humano que ha imperado y que sigue siendo la principal tendencia en medicina convencional, a cambio de una visión holística, ejemplo de ello son disciplinas emergentes como la epigenética o la psiconeuroinmunología que están aglutinando un gran número de investigaciones científicas.

El enfoque holístico nos proporciona el telón de fondo donde la metáfora del ecosistema humano adquiere pleno sentido, ya que podemos llevarla a nuestro día a día para afrontar las dificultades y disfrutar aún más de la vida.

Imagina un gran ecosistema, como una selva tropical. El equilibrio surge de la interacción de unos seres vivos con otros, de suerte que la acción de unos y otros impide por ejemplo que un determinado tipo de planta invada a otras, lo que desataría una reacción en cadena que podría comprometer la propia supervivencia de la especie invasora, es algo como “mejor tener límites que acarrearse la propia destrucción”.

A veces ocurre algo aparentemente externo al ecosistema en cuestión, como un cambio climático, y una selva acaba convertida en sabana, donde las especies son muy diferentes, donde a penas queda rastro de los seres vivos que antes ocupaban el lugar. Es un ejemplo drástico, aunque útil para hacernos la pregunta crucial ¿Es un nuevo ecosistema o es otro diferente ahora? Ya no hay árboles ni plantas de sombra ni animales que prosperan en ambientes húmedos, pero sigue siendo la misma área terrestre bajo las mismas montañas. La tierra ha hecho una profunda transformación, el clima es algo que los individuos que han desaparecido para dar lugar a otras especies no podían controlar, es algo que les viene de fuera. Sin embargo el clima también forma parte del ecosistema. Lo que ha pasado es que el cambio climático ha provocado un profundo desequilibrio y las especies que no han podido adaptarse han muerto, otras han emigrado, y por último ha aparecido un nuevo equilibrio adaptado a un nuevo clima, un equilibrio tan complejo y delicado como el anterior, pero con un aspecto completamente diferente.

Ahora imagina que esa selva es el cuerpo humano, y que ese drástico cambio climático es un cambio en las circunstancias vitales de una persona: tragedia, enfermedad, ruina económica, ruptura matrimonial. Es probable que todo el ser a todos los niveles sufra una profunda crisis, pero es cuestión de tiempo que emerja un nuevo equilibrio. Eso es lo natural, al igual que los ecosistemas, los humanos tendemos al equilibrio, una carencia por aquí lo compensa un exceso por allá y esto favorece que surja la oportunidad de nuevas formas de vida, en el caso del humano, nuevas formas de experimentar la vida.

Sin embargo no todo es esa magnífica sucesión natural de caos y orden, los seres humanos… PENSAMOS. Esto es magnífico, para el humano pensar es tan natural como para el cuervo graznar, aunque a veces hace que la recuperación del equilibrio se vuelva un asunto muy complicado. Porque no sabemos cuándo racionalizar y cuando dar espacio al resto del ecosistema para expresarse. Si todo lo resolvemos mediante racionalización no permitimos que otros factores del ser se expresen de forma fluida. Por ejemplo cuando una semilla está a punto de brotar, para dar lugar a un magnífico refugio para que otros aspectos vengan a vivir, la pisamos con la bota del raciocinio y plantamos una semilla de nuestra elección que por lógica debería de ocupar este lugar. Es decir, la razón humana tiene una marcada tendencia al despotismo, e impide a otras formas de sabiduría seguir su curso.

Ecopsicologizarse significa en primer lugar dejar de tratar de resolverlo todo a golpe de pensamiento racional, y permitir que emerja nuestra riqueza, complejidad y variedad interior. Si el cuerpo humano es la tierra, las emociones, símbolos, formas de expresión artística, pensamientos, sentimientos, etcétera, son nuestra flora y fauna, podemos poner conciencia a todo lo que somos, a todas nuestras capacidades, a las sensaciones del cuerpo, a los sueños, a lo que duele, a lo que da placer, y permitir que surja un equilibrio complejo y rico, sin estrecheces y sin patrones lógicos preconcebidos, podemos descubrir y asombrarnos en lugar de tratar siempre de controlar y predecir. A esto les invito.

Con viva intención,

Conchi Marín. Contacto Psicología Integradora Centro de Salud